“La educación es una gran obra en construcción, en la que la Iglesia desde siempre está presente con instituciones y proyectos propios. Hoy hay que incentivar ulteriormente este compromiso en todos los niveles y renovar la tarea de todos los sujetos que actúan en ella desde la perspectiva de la nueva evangelización”. (Papa Francisco a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica el 13 de febrero de 2014).
Al ser una tarea compartida en comunidad, la educación debe “situar al alumno como protagonista de su propio aprendizaje”, ya que una verdadera educación debe promover la formación de la persona humana, orientándola a su fin último y a la construcción del bien común”, (Gravissimum Educationis, 1965); y hoy en día podríamos decir como nuestro Papa Francisco una educación al cuidado de la “Casa Común”. (Laudato Sí, 2015).
Por ello, la escuela católica debe “estar concebida como un entorno social para formar personas, no solo para aprender contenidos” (Creando juntos la escuela que queremos. Edit. SM., 2018). Además, debe ofrecer una educación de calidad que permita a nuestros estudiantes, no solo competir para efectos de una formación de acceso universitario, sino en la promoción del liderazgo y compromiso social con los más necesitados en todo tiempo y lugar, que conlleve a acciones efectivas en el cuidado del medio ambiente, el respeto a la persona y compromiso con su fe y formación espiritual.
En este sentido, el carisma y axiología vicentina nos desafía en cuanto que “nuestros colegios sean verdaderas comunidades educativas y evangelizadoras, que brinden una educación humanista, científica y católica”. (Amar, Evangelizar, Saber, Proyecto Provincial 2017-2022), ajustada a estándares internacionales y respetando las políticas plasmada en el Nuevo Diseño Curricular, frente al cual debemos alinearnos manteniendo los principios cristianos y vicentinos.
Se hace necesario integrar ciencia, tecnología, fe y vida en proyectos de investigación escolar para aplicar los saberes a la luz del Evangelio, teniendo a Cristo, como centro de la creación y Señor de la historia. Respetando el llamado y vocación específica de cada estudiante para el servicio de Dios en la transformación de nuestro mundo.
La dimensión eclesial de nuestra educación católica supone la creación de una comunidad educativa de fe, por la participación y compromiso de unidad y comunión sabiendo que “la Iglesia… solo logrará su plenitud consumada en la gloria del cielo, cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas y cuando, junto con el género humano, también la creación entera… quede perfectamente renovada en Cristo” (Lumen Gentium, 48). Este compromiso eclesial supone educar en la cultura del diálogo, del encuentro, de establecer relaciones de acogida y benevolencia para cultivar y construir una gran familia la misma que se ha de renovar a la luz de las bienaventuranzas, aprendiendo unos de otros y, con ello, reconociendo la dignidad de la persona humana. (Compilación de los Discursos del Papa Francisco al mundo de la Educación, CIEC, 2018).
Una escuela católica en pastoral con identidad vicentina ofrece una calidad educativa basada en la pedagogía de la ternura, despertando el sentido crítico e investigador, considerando el “Amar”, “Evangelizar” y “Saber” como enfoques que sustentan y desarrollan no solo una estructura mental, académica, sino también, una estructura interior, afectivo y espiritual.
Nuestra institución educativa está inspirada en una cultura de no violencia y paz, permitiendo a nuestro alumnado el desarrollo de actitudes y competencias que refuercen su desarrollo como ciudadanos globales críticos y comprometidos con sus derechos y los de otras personas.
Para construir nuestra identidad vicentina, con las palabras del Papa Francisco en la entrega del Premio “Global Teacher Prize 2016, debemos recordar el papel fundamental de toda la comunidad vicentina, en general:
“Somos verdaderos artesanos de humanidad y constructores de la paz y del encuentro”.
Mg. Roger Ulises Chávez Luis
Director